Gobernar requiere más que ganar elecciones

Jose S. Azcona Bocock

En Honduras, cada ciclo electoral nos recuerda cuánto esfuerzo se invierte en las campañas políticas y cuán poco se dedica a la preparación para ejercer el gobierno. Los partidos concentran sus energías en conquistar el poder, diseñando estrategias centradas en la coyuntura, en el impacto mediático y en el enfrentamiento con el adversario. Sin embargo, una vez pasada la euforia electoral, muchos gobiernos entran en funciones sin una hoja de ruta clara ni equipos verdaderamente preparados para asumir la responsabilidad de gobernar. 

Este fenómeno afecta tanto a la oposición como al oficialismo. La oposición tiende a adoptar posturas radicales, afirmando que todo lo hecho por el gobierno actual será desmantelado o corregido. Esa actitud, aunque atractiva en el discurso, suele chocar con la realidad institucional y administrativa de un Estado que no se reinicia cada cuatro años. Por su parte, el oficialismo que busca la continuidad a menudo cae en el error de creer que la simple inercia de la gestión pasada será suficiente. Pero el país cambia, los desafíos se transforman, y un nuevo período de gobierno exige ideas nuevas, diagnósticos actualizados y capacidad de adaptación. 

Gobernar no es una extensión automática de la campaña, ni una continuación mecánica del período anterior. Es una tarea compleja que requiere visión estratégica, equipos capacitados y, sobre todo, planificación anticipada. Por eso, resulta imprescindible que los partidos políticos comiencen a tomar en serio la preparación para gobernar desde antes de ganar. 

Una propuesta sensata sería que cada campaña política desarrolle un organigrama funcional del Estado, identificando las áreas prioritarias de gestión y asignando, desde la etapa electoral, comisiones o liderazgos potenciales en cada sector. Esto no significa repartir cargos antes de tiempo, sino construir una estructura de trabajo que permita diseñar políticas públicas viables, evaluar su factibilidad legal y presupuestaria, y contar con personas técnicamente preparadas para asumir responsabilidades desde el primer día. 

Además, es fundamental que esos equipos trabajen juntos durante la campaña. Que se reúnan, discutan propuestas, elaboren planes sectoriales y establezcan prioridades de corto y mediano plazo. Una administración que comienza sin este nivel de coordinación pierde tiempo valioso, se expone a improvisaciones y corre el riesgo de generar frustración tanto dentro como fuera del aparato estatal. 

La ciudadanía hondureña, cada vez más crítica y exigente, valoraría positivamente un enfoque como este. Mostrar desde la campaña que se cuenta con personas capaces, con experiencia y visión, y que hay una planificación real detrás de cada propuesta, puede generar confianza en un electorado que ha sido testigo de múltiples gestiones fallidas o desordenadas. En lugar de limitarse a promesas abstractas, se trataría de presentar planes concretos, metas verificables y responsables identificables. 

También es aconsejable que los partidos elaboren un plan claro para los primeros 100 días de gobierno. Esta herramienta, usada con seriedad, permite fijar objetivos inmediatos, establecer señales claras de rumbo y mostrar compromiso con la eficiencia y la responsabilidad. Pero un plan así solo funciona si ha sido cuidadosamente preparado, si se basa en un conocimiento profundo del funcionamiento del Estado y si está respaldado por un equipo competente. 

En definitiva, gobernar requiere mucho más que ganar elecciones. Implica prepararse con antelación, asumir la complejidad del Estado, rodearse de personas calificadas y comprometerse con un proyecto de país que vaya más allá del corto plazo. En Honduras, avanzar hacia una cultura política más profesional y menos improvisada es no solo deseable, sino urgente.